-MI ZULO-

-Aspiro. Trago humo profundamente-.

Estoy cansado de está mierda. De la mierda de mi alrededor, no; de la mierda de verdad. La familia, el dinero, el trabajo, las chicas y la chica, la salud, los planes que no llegaron a nada y las promesas rotas que se quedaron a mitad de no sé ni qué camino. Mierda.

-Un trago de cerveza y otra calada-.

El techo inmóvil, como yo. Con agujeros, como los que llevo conmigo. Blanco, como mis ganas por hacer otra cosa en vez de dejar de pensar. Con tablones de madera, como las personas que entran y salen de mi vida o se quedan al otro lado del teléfono cuando amenazo con caerme.

-Inspiro el humo blanco que empieza a aliviarme-.

El ruido de una lavadora que no para de girar, como mis pensamientos huyendo en manada. Meter ropa sucia y devolverla limpia, como todos esperan de mí. Seleccionar lavados, suavizante, detergente... me canso sólo de pensarlo.

-El olor del químico quemándose entre mis dedos-.

Un canción de fondo construida por beats que me recuerdan a alguien, aquella noche o a aquella mañana dónde todo daba igual. Y empiezo a ir hacia atrás, a escuchar risas en el fondo de mi cabeza, en una ducha con poca ropa y mucha espuma, en una ronda de chupitos o el último abrazo de quién más ansío volver a abrazar.

-El fuego me calienta los labios y a sabiendas que este puff me va a calar hondo en mis niveles de oxitocina-.

¿Y qué hago? ¿Quién soy? ¿Dónde voy? ¿Cuál es el siguiente escalón? Sonrío. Sencillamente porque sé que, antes incluso de empezar a planear, ya sé que va a salir bien. El viento que se cuela por entre las puertas me dice que yo puedo con esto, que en peores me he visto. Y Zeus, por mucho que le pueda pesar a los demás, siempre está de mi lado de la moneda.

-Un poco más de placebo en forma de cigarro-

Volver al techo como punto de partida y escuchar el sonido de una lata de cerveza fría abriéndose al otro lado. Un par de conversaciones de whatsapp con ganas de que no existieran. La comunicación de miradas nunca podrá superarse. Ni los abrazos, ni el piel con piel, boca con boca, ni el sofá y manta en compañía.

-El sonido del verbo "quemar" que se pega a mis oídos avisándome que se acaba-.

El tiempo. ¿Qué puta hora es? Obligar a mi mente a que se acuerde del tiempo, porque me consume al igual que la chusta que ahora descansa en el cenicero. El maldito tiempo y el caprichoso espacio que se empeñan en colocarme mal a las personas y las circunstancias o descolocarme a mí. Me pasa todo y no me pasa nada ¿Qué día es mañana? Hoy se me ha hecho tarde (des)pensando lo que quiero, lo que debo, lo que puedo económicamente hablando; pero mañana, volveré. Sé que estaré aquí, aunque acabe distrayéndome para no escucharme.

-Ojos entrecerrados tras una última calada y otra despedida más-.

Salir, aunque no quiera. Sentir frío y la vida pidiéndome a gritos que quiere más de mí. Una luna, mil estrellas y un avión cruzando mi cabeza en el justo momento en el que ya no me queda más con qué hacer humo.

Las vistas, el horizonte, el puerto y la triste sensación de que se ha acabado.

Mi zulo. Un lugar dónde voy, dónde nadie me conoce y no es que sea soledad, es que me es vitalmente necesario.


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