Dictado

Nunca lo había visto de esta manera:

Un reflujo de palabras constante repiquetean en nuestras cabezas. Día y noche. Constante. Permanente. 

Recuerdo cuando de niña, la maestra escribía en la pizarra: "Dictado"; y todos refunfuñábamos o soltábamos un resoplido de pesadez. Nunca jamás, hubiese imaginado usarlo para escribir sobre él. 

Paremos. Pensemos de nuevo. Un dictado es un guión que se sigue marcando pautas y aplicando las normas ortográficas que creemos saber. Fácil.

Y hay de todo: palabras que destacan porque empiezan por mayúsculas y destacan en cuanto a tamaño sobre las demás; letras sueltas que tienen que estar ahí para dar sentido y argumentación al texto; puntuaciones para respirar, pensar, reflexionar, cambiar o mejorar lo que hasta ahora habíamos escrito; acentos. ¿qué sería de las palabras sin esos acentos tan sonoros, tan únicos y reglados para cada una de las frases que escribimos?; términos que, tendemos a encontrar en todos los textos que nos rodean y por más que corregimos cómo escribirlos, nos vemos obligados a usar el bolígrafo rojo y a apuntarnos un fallo a la lista que ya acumulamos; letras que faltan o que sobran, que añadimos o se nos olvida apuntar por prisas o porque no creemos que sean necesarias para que se conserve el significado... Nuestro gran alivio llegaba, cuando la profesora se colocaba bien las gafas y decía: "punto y final". El punto y final y el comienzo de los recuentos de vocablos que hemos sido capaces de aprender por sí solos, después de ver muchos "dictado" sobre la pizarra. 

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